Editorial: ¿Cómo contamos una nueva historia?

Hermanas Mirabal, mujeres dominicanas cuyo asesinato hace 60 años dio inicio al Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

El 25 de Noviembre se conmemora el día internacional de la violencia contra las mujeres. En Educere trabajamos permanentemente con personas que han vivido violencias de distintos orígenes: estructurales, sociales, sexuales, físicas y psicológicas. Pero con la apertura del área de mujeres y equidad de género en 2019, hemos presenciado y nos hemos conectado con manifestaciones de la violencia complejas y atroces hacia ellas. Actualmente tenemos tres proyectos residenciales financiados desde Sernameg dedicados a acoger, contener, problematizar, reparar y favorecer el desarrollo de la autonomía de las mujeres que llegan a nuestras casas de acogida.

  1. La Higuera y Santa Ana (Casas de Acogida) reciben a mujeres y sus hijos/as que han vivido experiencias de violencia de pareja, siendo casos con riesgo grave/vital, es decir, el daño experimentando es alto, e incluso, con riesgo de muerte.
  2. Por otra parte, Josefina Bahati es una casa de acogida enfocada a mujeres victimas del delito de trata de personas y/o a mujeres migrantes en situación de explotación.

En ambos casos (violencia de pareja y trata/explotación) las mujeres que acogemos llegan profundamente dañadas. Si bien los golpes son evidentes, los insultos son dolorosos y devaluadores, y las historias de anulación o de objetualización de una persona son impactantes, lo que más nos conmueve, y por lo tanto acompañamos, es la cantidad de historias personales truncadas, quebradas, que nos toca escuchar.

Ser víctima de violencia, permanecer en una relación dañina, es una manifestación más de todas las violencias que muchas mujeres viven cotidianamente. Siempre hay “otro” externo que ejerce violencia (pareja, tratante, instituciones, familia), pero el resultado es el mismo: mujeres que no están teniendo la capacidad personal de contar su propia historia por sí mismas, siempre hay otros narradores a quienes le entregan el poder (apropiada o inapropiadamente) de escribirlas, a tal punto, que se olvidan de sí mismas.

En algunos casos, las mujeres que llegan a nuestra fundación vienen con riesgo grave/vital, es decir, el daño experimentando es alto e incluso, con riesgo de muerte.

¿Qué está en juego cuando se encuentran viviendo experiencias de violencia? Está en juego la propia vida, la identidad personal, los sentidos vitales. Lo que ha fracasado es la vivencia del amor, el proyecto de familia, los proyectos personales, las posibilidades de sustento, la validación y el cuidado propio. Lo que como fundación acompañamos, es la recuperación de todo eso “para si mismas”.

Pero, ¿por qué confiar? Cada vez que llega una mujer a nuestras casas de acogida nos encontramos con la primera barrera, la de la desconfianza. Convengamos que todas las historias tienen en común que las mujeres se entregan a las relaciones creyendo en que estarán bien, que son amadas, o que pueden desarrollar algo personal ahí: CONFÍAN. Hay una opción primera en cada una de entregarse a una relación, ya sea de pareja o laboral, y esa relación fracasa, de tal manera y tan rotundamente, que las mujeres van perdiéndose a si mismas, a pesar de quedarse en la misma relación de dañina. ¿Cómo puede confiar una mujer en una institución desconocida, en personas desconocidas, cuando su última experiencia vital fue un quiebre total de la confianza en sus relaciones significativas? Finalmente, ¿cómo pueden confiar en otro, si ni siquiera pueden confiar en si mismas, en su propio instinto?

Queremos que llegar a nuestras casas de acogida sea el inicio de un nuevo capítulo en la historia de cada mujer. Que sea la posibilidad de contar el nuevo comienzo poniéndose a ellas como protagonistas. Para que eso pase, lo que intencionamos es que puedan reconocer, en cada caso y con sus particularidades, qué facilitó que permanecieran en la misma relación a pesar de los indicadores de violencia, a pesar de no sentirse a gusto, a pesar de sentirse pasadas a llevar, a pesar de sentir que se traicionaban a si mismas. Y también, que cada una pueda reconocer el momento exacto en que se quebró este episodio de la historia. ¿Por qué me quedé ahí si sabia que algo no estaba bien? ¿Qué necesitaba llenar o satisfacer en mi a partir de esa relación? Son preguntas, que no por ser frecuentes, son menos dolorosas cuando aparecen las respuestas.

¿En qué idea se sustenta nuestro acompañamiento con las mujeres? Creemos que para que ellas puedan escribir un nuevo capítulo, tienen que experimentar otras formas de relacionarse, de encontrarse a sí mismas con otras y otros, sin descuidarse personalmente y sin desatender a los otros y otras, estando a cargo, de que ellas son responsables en el presente por la conducción de su propia vida. Esto no sólo se cuenta, tiene que ser vivido: Cuando generamos en las casas de acogida experiencias cotidianas significativas, relaciones de amor profundo, de validez personal y exigencia de responsabilidad, las mujeres vuelven a creer y desarrollar sus capacidades dormidas. Vuelven a vivir con más ímpetu, con más energía y alegría, vuelven a ponerse lindas, no para otro, sino que para si mismas. Vuelven a SER.

Los caminos para las transformaciones personales posibles tienen distintas vías, y hay algunas vías ciertamente más difíciles. Ser mujer soltera y con hijos, pobre, migrante, sin personas significativas cerca, con escasas o nulas alianzas institucionales, con precario nivel de escolaridad, con adicciones, con antecedentes penales, y con tantas etiquetas más, revisten el principal desafío para nuestro trabajo y nuestra exigencia para las autoridades a cargo del diseño y la implementación de las políticas públicas.

Para que las mujeres que llegan a nuestras casas puedan realizar procesos de sanación personal, deben contar con ciertas garantías, con cuotas de esperanza de un futuro distinto, con un contexto propicio que no les falle ni las violente. Nuestro trabajo se torna más complejo cuando para las mujeres no hay certezas sobre las condiciones materiales y sociales mínimas que garanticen las posibilidades de vida fuera de la casa de acogida.

En este mes en que la violencia contra las mujeres se releva más que en otros momentos, nuestra forma de conmemorarlo es aportando a que cada vez más mujeres sean las narradoras, en primera persona, de quienes fueron, están siendo, y quieren ser. No están solas: están con ellas mismas, con todo un grupo de compañeras, profesionales y con la fundación. Y son lo que ellas quieran hacer de sí mismas, hoy, a cargo de sí mismas, haciendo el camino. Y por qué no, acompañando a quienes aún no han podido cambiar su historia, para transformar un presente de violencias en encuentros de sororidad.

María Isabel Báez
Coordinadora Área Mujeres y Equidad de Género
Fundación Educere

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